http://anticapitalistas.org/29-M-El-efecto-Iguazu-en-la
La huelga general que viene tiene todos los números para marcar un punto de encuentro entre lo que queda del movimiento obrero activo y el 15M…
Ha llovido mucho desde los tiempos de El efecto Iguazú, un filme comprometido socialmente con el que Pere Joan Ventura y Georgina Cisquella ganaron en el año 2002 el Goya al mejor documental, convirtiendo la cámara en un potente altavoz y un documento histórico de las reivindicaciones de los trabajadores despedidos de Sintel, empresa filial de Telefónica que cayó en barrena con la privatización. El título provenía de la metáfora empleada por uno de los líderes sindicalistas que evocaba el famoso río fronterizo entre Brasil y Argentina, y cuyas tranquilas aguas azules se transmutaban en turbulentos remolinos de aguas turbias…
Era lo que le estaba sucediendo a la clase obrera tradicional más o menos instalada en unas conquistas que algunos creían estables, y que se estaban viendo envueltos en un torbellino que estaba liquidando empleos, y los logros sintetizados en un equívoco “Estado del Bienestar” estaban dando paso a un verdadero “Estado del malestar” generalizado ante el cual se habían quedado sin respuesta política y sindical, y que mejor muestra de ello que la actitud de la izquierda institucional y de los sindicatos “negociadores”. La película ofrecía diversas muestras de solidaridad de aquí y allá, pero también de la carencia de un movimiento de apoyo.
Tengo la impresión de que la metáfora podría aplicarse actualmente en sentido inverso, aunque desde luego, de momento tienen sus planes asegurados, y creen que podrán seguir así impunemente. Tal como se plantea la cosa, lo de la huelga del 29 parece una obra ensayada. El propio Rajoy ya la daba por representada, y”nuestros” líderes sindicales la han escenificado…Todo para que el PP se siente en la mesa. Al mismo tiempo se fotografían con representantes del PSOE, como diciendo "nosotros sí que nos sentábamos". Sin embargo, esta instantánea puede ser la que ocupe los medios adocenados, pero hay mucho más. Para la gente que depende de un salario, lo del río tranquilo es historia. En los últimos tiempos, solo quedan las cataratas. Aquí no hay discusión. Por abajo no hay nadie que pueda negar que se trata de abaratar el despido y reducir los salarios, así como de lograr una disminución e incluso eliminación de la protección social, con todas sus secuelas y significados para la gente más débil, sobre todo en los derechos sanitarios. Pero en el público que asiste a la función, se está gestando a ojos vistas, un malestar tan profundo que causa temor, y con razón. No es la primera vez que el país oficial desfila triunfal mientras el país real gesta su frente de rechazo. Los ejemplos son abundantes y cercanos.
Recuerdo un lejano artículo de Rodríguez Méndez en el que este contaba que en vísperas del 14 de abril de 1931, uno de los fastos de los Borbones era seguido por una muchedumbre impresionante, y que un periodista –que era su fuente- se acercó a un señor que jaleaba para preguntarle el porqué de tanto alborozo, a lo que el señor le respondió. “Pues esto no es nada. Si hubiera visto usted el jaleo que armamos el año pasado con la puta de la reina”. También me viene a la memoria otro ejemplo, esta vez contado por Fraga Iribarne en uno de aquellas charlas por TVE emitidas en la época en la que era el brazo derecho de Arias Navarro. El periodista escogido le pregunta sobre la legalización de los partidos marxistas, y don Manuel, para ser didáctico evoca que allá por 1965 fue invitado a la universidad de Berkeley por su amigo el decano, Edward Shong, al que Hal Draper en su imprescindible libro La revuelta de Berkeley (Anagrama, Barcelona, 1970) define como un “burócrata liberal”. Al pasar por un tenderete de estudiantes melenudos que vendían libros subversivos (y citó al Che, a Trotsky, y otros como Malcom X), Fraga le preguntó cómo permitía tales cosas. Este le respondió que se trataba de que “se desahogaran”. Pero Don Manuel no tardó en sacar la moraleja porque apenas unos meses después aquellos melenudos protagonizaban una revuelta que luego se extendería a nivel mundial. Expresaron el descontento de una juventud universitaria que no tenía ninguna representación institucional, y lo hicieron sin ayuda de unos sindicatos que por entonces se habían preocupado más por expulsar a los “comunistas”, y que incluso llegaron a manifestarse a favor de la guerra del Vietnam…Todo fue cuestión de tiempo para que las aguas mansas se volvieran torrenciales.
Ahora se están fraguando todas las condiciones para que por la puerta de una convocatoria puntual, las aguas hasta ahora encauzadas se hagan intempestivas. De entrada demuestra que la burocracia sindical no podrá seguir sentadita en el sofá temiendo el frío que hace en la calle. Es bastante seguro que actualmente Toxo no se atreva hacer declaraciones como aquella en las que felicitó a Papandreu por asumir las medidas de la “troika”. No hay que ser Karl Marx para ver que lo que se gritaba en las última movilizaciones sindicales no se arregla sentándose en ninguna mesa; el tren de la reforma labora tiene muchas más paradas, medidas que afectaran sin duda a mucha gente que vota lo que hay buscando su lugar al sol. Cuando las cosas cambian, la gente está obligada a cambiar, incluso esa vieja clase obrera que hasta ahora ni tan siquiera carraspeado ante la lógica suicida del sindicalismo de concertación. No es poca cosa que esto ocurra después de la ola del 15 M, y sobran razones para que lo que hasta ahora había sido un desencuentro, dé lugar a la creación de puentes.
No fue de otra manera que el antifranquismo dio un salto cualitativo a finales de los años sesenta, cuando hasta los sectores sociales más acobardados y conservadores comenzaron a reclamar sus derechos. Yo viví esto en un barrio donde solamente había un pequeño grupo de vecinos organizados, y en un empleo dominado por enchufados, pelotas y gente miedosa que miraba con malos ojos las huelgas. Llegó un día en el que el barrio se convirtió en un auténtico hervidero, y que en el trabajo (un ambulatorio) se hicieran huelgas durísimas.
Cierto es que lo que ahora se está gestando representa una particularidad en relación a la historia social. La “revolución conservadora” que padecemos no pueden entenderse sin la precondición de la ruina social y moral de los aparatos políticos de la izquierda “realmente existente” durante la larga “guerra fría”. Se hundió el comunismo “constantiniano”, la socialdemocracia ha abandonado toda acción social de base, y hasta sectores del viejo izquierdismo (como los Verdes alemanes), se han integrado en el sistema. La derrota fue devastadora, tanto fue así que durante años parecía que el neoliberalismo iba a morir de éxito. Paladines del sistema como Vargas Llosa hacían ostentación de esta situación, escribiendo que ya no queda más marxismo que el de algunas universidades norteamericanas, ni más resistencia que algunos nacionalismos irredentos. Se perdió toda expectativa de lucha, y fueron varias las generaciones cretinizadas por el individualismo sin personalidad, y el hedonismo sin alegrías. Palabras como no hay alternativa, no hay sociedad sino individuos, dichas por la señora Thatcher nos troquelaban los sueños. Y sin embargo.... Todo empezó a cambiar, no tanto por la respuesta de lo que quedaba de las izquierdas activas, sino por el propio horror que ha conllevado el capitalismo sin oposición. Esto es, a mi parecer, muy importante para entender el carácter de la actual situación en la que la vieja izquierda aparece en la misma foto del sistema. Cierto es que la socialdemocracia o lo que sea, ha mostrado su enorme capacidad de recomposición. Se apoyaba en el desaliento revocado por las derrotas, y atraía a los líderes de los movimientos asegurándole que al menos ellos, podrían ascender socialmente. Francia, que es el país que siempre tiene un pie por delante en la experiencia política, sabe bastante de esto. Pero ahora ya no parece quedar mucho crédito, el PSOE ha arruinado el capital político del pueblo de izquierda que acabó creyendo que no había vida fuera de las instituciones. Esto se ve por arriba, pero sobre todo por abajo. Desde 1977, mi ámbito más próximo ha estado presidido por esa orientación: hermanas, sobrinos, compañeros, primos, vecinos…Ahora es gente indignada, incluso muy indignada. Cierto que eso no significa que vayan a ocupar las barricadas, eso lo harán los más jóvenes. Pero ahora puedes hacer algo que antes no podías. Que no vas a votar a un Zapatero porque si ti dependiera estará en la cárcel, y hasta el más pasivo responde que no falta razón.
Es verdad que las condiciones propias de lo que podíamos llamar la “cultura de la pobreza”, se han desestructurado. Lejos quedan las grandes fábricas, la sociabilidad familiar, el comunitarismo de los barrios, aunque también es verdad que algo queda, justo lo que más se mueve. Es evidente que el curso de los acontecimientos va a seguir otras pausas sociológicas que las clásicas. Un veterano sindicalista, el camarada Armando Varo, repite que si antes fueron las fábricas las que acabaron arrastrando a los barrios, ahora quizás sea al revés. El caso es que eso de los cambios sociológicos tampoco son una novedad, en los sesenta-setenta se ofrecía el discurso del “neocapitalismo”, o sea de un capitalismo con “rostro humano” que había sabido integrar las antiguas exigencias, ahora el obrero es más que nada un consumidor, tenía coche, y los había con una torre en las afueras, como los norteamericanos. Y sin embargo…Cuando la indignación se instala entre la gente, el asunto de la respuesta busque su salida por donde esta se muestre posible, y no es otra cosa lo que ha hecho el 15-M con las plazas. Ahora se trata de tender puentes entre las plazas y los trabajos, entre los y las veteranas que no han claudicado con las nuevas generaciones que está haciendo su propia experiencia.
En poco más de un año, el mundo está volviendo a cambiar de base, y eso se verá el día 29, y se verá más allá del guión previsto por los llamados “actores sociales”, entre otras cosas porque su antecedente ya no es la lejana HG anterior. Su antecedente es el 15M, es decir una oleada juvenil con otras exigencias y otras expectativas que la de la negociación de las derrotas.
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