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Entrevista en Instituto Galego de Análise y Documentación Internacional (IGADI)
Esther Vivas es activista social e investigadora en políticas agrícolas y alimentarias y movimientos sociales alternativos. Forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universidad Pompeu Fabra y es autora de varios libros y artículos sobre estas temáticas.
En el contexto actual parece que la crisis financiera mundial está en boca de todos, al menos en lo que llamaríamos “Occidente”. ¿Cree que existe una repercusión semejante en el continente africano?
En África, como en otros países del Sur, la crisis económica global ha repercutido en un aumento muy importante del precio de las materias primas alimentarias como el arroz, el maíz, el sorgo, debido a la especulación financiera con las mismas. En estos países se destina entre un 60 y un 80% de los ingresos a la compra de comida, entonces, si sus precios aumentan en un 100%, como ha sucedido con algunos de estos cereales, los alimentos se convierten en inaccesibles. Asimismo, estos países, a lo largo de décadas, han sufrido el impacto de duras políticas de liberalización comercial y privatización de sus recursos naturales que han menguado su capacidad productiva. Todo esto, entre otros factores, ha generado importantes hambrunas alimentarias, la más destacada de las cuales recientemente ha sido la del Cuerno de África.
¿Cree que esta especulación ha aumentado en los últimos años?
Efectivamente. Los mismos que nos condujeron a la crisis de las hipotecas subprime son los que ahora especulan con los alimentos. Las materias primas son un valor seguro para los especuladores. Hoy fondos de pensión, bancos, compañías de seguro compran y venden estas mercancías en los mercados de futuro ya no en función de la oferta y la demanda real sino para especular y hacer negocio. Compran a un precio y esperan vender más caro para ganar dinero. Y esto en última instancia repercute en un aumento muy significativo del precio final de los productos. Y hace que alimentos básicos en muchos países del Sur se conviertan, debido a su alto precio, en imposibles de adquirir.
En esta situación, ¿cuál es el papel que juegan los gobiernos de los países del Sur?
Hay una connivencia de intereses entre empresas, instituciones internacionales y gobiernos, ya sean del Sur o del Norte. Y vemos como la política está supeditada a los intereses particulares. La dinámica de “puertas giratorias”, aquellos que hoy están en el gobierno y mañana en la empresa privada y viceversa, es una constante. Las políticas de privatización de los recursos naturales, de liberalización comercial, de ayudas a los grandes empresarios de la agroindustria, mientras se niegan al pequeño campesinado, cuentan con el apoyo activo de dichos gobiernos. Hay por lo tanto una responsabilidad política muy importante en las medidas que nos han conducido a la actual crisis alimentaria global.
En los países del Sur, por ejemplo, vemos como los gobiernos apoyan la actual dinámica de privatización y acaparamiento de tierras. Y permiten que grandes multinacionales, fondos de inversión… alquilen o compren tierras expulsando de las mismas a pueblos indígenas o campesinos. Tierras que hasta entonces permitían una producción y un consumo local de alimentos y que a partir de su adquisición por parte de grandes multinacionales son dedicadas a la producción de materias primas para la exportación en otros países, agudizando la situación de inseguridad alimentaria local.
Hay algunas corrientes que defienden que el establecimiento de estas empresas en África o Latinoamérica repercuten positivamente en los países acogedores y en su población, tanto en cuanto estimulan el empleo, ¿qué opina acerca de esto?
Desde mi punto de vista, afirmaciones de este tipo no son ciertas. Las inversiones de las empresas multinacionales en los países del Sur acaban con la economía local, con procesos productivos autóctonos y tienen un impacto nefasto en el medio ambiente y en las condiciones laborales.
Podríamos citar múltiples ejemplos de empresas como Inditex, Apple, Wal-Mart, Coca-Cola… denunciadas por organizaciones sociales por violar los derechos laborales e impedir la sindicalización de sus trabajadores. O empresas como Unión Fenosa, Fecsa-Endesa, Repsol… denunciadas por contaminación medioambiental, expulsión de comunidades indígenas de sus territorios, etc. Esto no es desarrollo social ni económico sino todo lo contrario.
Hemos hablado de empresas, de mercados, de organizaciones internacionales y de los gobiernos autóctonos. Fijándonos en la población africana, ¿cuál cree que es el papel de la mujer en la crisis alimentaria?
El impacto de la crisis alimentaria tiene rostro de mujer. El 60% del hambre crónica en el mundo la padecen las mujeres, quienes, paradójicamente, son las principales productoras y proveedoras de alimentos en los países del Sur. Un 85% de la producción de comida en África está en manos de las mujeres. ¿Por qué? Porque las mujeres a pesar de trabajar en el campo no son propietarias de la tierra, tienen dificultades para acceder al crédito, para tener acceso a los medios de producción.
Vemos, pues, como el sistema patriarcal impacta de pleno en el sistema agrícola y alimentario invisibilizando y supeditando el trabajo de las mujeres. Por este motivo, cualquier alternativa al modelo agroalimentario imperante no debe de tener solamente una perspectiva anticapitalista, de romper con las actuales prácticas que anteponen intereses particulares a necesidades colectivas, sino también feminista. La soberanía alimentaria, que se plantea como la alternativa al actual e injusto sistema agroindustrial, o incluye una perspectiva feminista y de género o no será una alternativa viable y real.
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