http://www.eldiario.es/agendapublica/Redistribucion-Predistribucion-Parte_6_60953927.html
Sin duda uno de las grandes retos a los que se
enfrentan las sociedades desarrolladas actuales es al de dar respuesta
al aparentemente imparable proceso de aumento de las desigualdades que
llevan sufriendo desde hace varias décadas. Durante un tiempo, algunos
argumentaban que este aumento de las desigualdades no debería
preocuparnos particularmente, puesto que las diferencias de renta
reflejaban en parte el diferente grado de esfuerzo que los individuos
ponían en el proceso productivo. Es natural que aquellos individuos que
se esforzaran en estudiar y en trabajar más sean gratificados con un
mayor nivel de bienestar que aquellos más vagos e indolentes. Lo que nos
debería preocupar no es por tanto la desigualdad de “resultados”, sino
la de “oportunidades”.
Sin embargo, sucede que lo que
mejor predice el grado de la desigualdad de oportunidades en una
sociedad es la desigualdad de resultados. La gráfica 1 presenta lo que
algunos han llamado la “curva del Gran Gatsby” (en alusión a la novela
de Scott Fitzgerald en torno al “sueño americano”), que muestra una
clara relación entre la igualdad de resultados (medida con el
coeficiente Gini, que toma valores más altos para aquellos países donde
la renta está distribuida de forma menos igualitaria), y una medida de
cuánto los ingresos de los progenitores determinan los ingresos del
individuo (un valor más bajo en el eje vertical indica que los ingresos
de los individuos están menos determinados por los ingresos de sus
padres y por tanto una mayor igualdad de oportunidades).
Gráfico 1. La curva del “Gran Gatsby”. Fuente
El gráfico sugiere que las
desigualdades tienden a perpetuarse en el tiempo. Si queremos que los
que hoy son niños tengan las mismas oportunidades, seguramente
deberíamos preocuparnos por las desigualdades entre sus padres hoy. No
sólo en una cuestión de justicia distributiva. Cada vez disponemos de
evidencia más sólida sobre las nefastas consecuencias que tiene para la economía, el funcionamiento del sistema político, y hasta la salud de los ciudadanos.
Tradicionalmente, la forma en las cuales las sociedades democráticas
contemporáneas han entendido la política de reducción de las
desigualdades es relativamente sencilla: primero el mercado reparte (de
manera desigual) ingresos entre individuos en función de sus
aportaciones de capital y trabajo al proceso productivo; y después el
Estado mediante un sistema de extracción de impuestos y de reparto de
bienes y transferencias redistribuye parte de estos ingresos reduciendo
las diferencias de ingresos y de condiciones de vida entre individuos.
Alguien podría pensar que el aumento de las desigualdades que hemos
presenciado en los países de nuestro entorno se debe a que el Estado ha
dejado de cumplir esta segunda función. Sin embargo, no parece ser esa
al menos la única causa. Como muestra el gráfico 2, en las últimas
cuatro décadas el gasto social como proporción del ingreso total no ha
caído en los países avanzados, y dado que los ingresos han aumentado
sustancialmente durante este periodo en todos los países, podemos
concluir que el gasto social por habitante de hecho ha aumentado considerablemente.
Gráfico 2. Gasto social como % PIB, 1980-2012. Fuente: Base de datos de gasto social de la OCDE.
El problema parece ser más bien que las
desigualdades producidas por el mercado han aumentado sustancialmente,
de tal manera que incluso los aumentos observados del gasto social han
sido incapaces de contener el aumento de la desigualdad. (Es cierto que
muchas de las intervenciones del Estado en muchos países son poco redistributivas,
pero en general el efecto agregado de la intervención pública siempre
es más igualitario que el producido por el mercado, con lo que aumentos
de gasto deberíamos pensar que contribuyen a reducir la desigualdad).
Además, la capacidad del Estado de redistribuir está hoy cada vez más
en entredicho. Para unos, esto es un problema “de oferta”: los estados
se enfrentan hoy a potentes restricciones que les impiden proponer las
ambiciosas políticas de gasto necesarias para corregir las cada vez
mayores tendencias desigualitarias. Por un lado, la globalización hace
más movibles las bases imponibles necesarias para financiar ambiciosos
programas de gasto público redistributivo. En el contexto actual,
además, las restricciones presupuestarias a las que se enfrentan la
mayoría de los gobiernos hacen estos programas de gasto sean aún más
difícilmente financiables. Además, redistribuir no es gratis. Transferir
recursos entre individuos implica disponer de un sistema de recaudación
de impuestos y de gestión de gastos que es costoso de crear y de
mantener, y, lo que es más importante, a menudo crea distorsiones en la
actividad económica que acaban provocando reducciones del “pastel” a
repartir. Cuanto más tengamos que redistribuir para corregir el cada vez
más desigual reparto de ingresos generados por el mercado, mayores
serán los costes colectivos de las redistribución.
Para otros, no se trata sólo de un problema de “oferta”, sino también de
“demanda”: aunque la idea de que el Estado debe tratar de reducir las
diferencias de ingresos entre ricos y pobres goza de un amplio respaldo
social (y particularmente en España), es innegable que las opiniones
públicas nacionales son cada vez más reacias a que el Estado aumente su
capacidad recaudatoria.
Por un lado, percibimos como
más necesario detener el progresivo aumento de las desigualdades de
nuestras sociedades; por otro, las herramientas con la que
tradicionalmente las corregíamos parecen cada vez más oxidadas. ¿Por qué
no por tanto buscar una nueva estrategia, centrada no amortiguar las
desigualdades generadas por el mercado, sino en hacer que el propio
mercado produzca resultados más igualitarios? Esto es en esencia la
“predistribución”, expresión acuñada por el politólogo de la Universidad
de Yale Jakob Hacker, y hecha famosa en Europa por el líder laborista
inglés Ed Miliband, que ha hecho de ella una de los pilares de su
programa político. De sus potencialidades y también de sus limitaciones
hablaré en el próximo post.
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