- Reducir el desempleo, porque se repartiría el trabajo.
- Compatibilizar mejor la vida familiar y laboral (y criar mejor a los niños).
- Establecer relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres (porque los hombres asumirían un poco más el peso de los cuidados).
- Mejorar nuestras relaciones con nuestro entorno y nuestro bienestar.
-Aumentar nuestra productividad (porque la jornada laboral muy larga implica cansancio y una menor competitividad).
Aquí os dejo un estudio científico apoyando el establecimiento de una jornada de seis horas. Parece que están estudiando aplicarlo en algunos países latinoamericanos. En cambio, en España el gobierno de la patronal y la Troika nos diseña un modelo laboral tipo Bangladesh, y esto ni se les pasa por la cabeza. ¡¡O ellos o nosotr@s!!
Fuente: http://pijamasurf.com/2013/01/por-que-no-deberiamos-de-trabjar-mas-de-seis-horas/
Christian Bronstein y Eric Winer nos comparten una investigación sobre los
efectos que tiene la jornada laboral tipificada de 8 horas y desarrollan una
alternativa para llevar una vida más sana y más productiva con jornadas de 6
horas de trabajo.
“No
aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de
confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar.”
Bertolt
Brecht
“La
resignación es un suicidio cotidiano.”
Pindaro.
Aquellos de nosotros que acaso podemos
considerarnos afortunados de tener acceso a un empleo dentro del contexto
salvajemente competitivo, opresivo y desigual que nos impone el mercado,
inmersos como estamos en medio de la vorágine social, los medios de
comunicación alienantes y las urgencias de cada día, podemos olvidarnos con
facilidad de nuestro lugar en la sociedad, no sólo como empleados y
consumidores, sino como actores sociales productores de cambio y de progreso
individual y colectivo, como auténticos co-creadores de nuestra realidad
actual.
Parece que vivimos en una sociedad en
donde impera el individualismo, la mezquindad, e incluso más gravemente, la
adherencia pasiva, ingenua o inconsciente de la mayoría de los sujetos a la
reproducción de una estructura social que, suponen, los excede, y que rara vez
es evaluada de manera crítica. Una de los factores que contribuyen a esto es
sin duda la absorción que implican las jornadas laborales actuales. Si se
trabaja la mayor parte del día existe poco tiempo para pensar, poco tiempo para
forjar un pensamiento crítico y para participar de manera transformadora y
creativa en la construcción de nuestra sociedad. No parece haber tiempo más que
para seguir alimentando este modo de funcionamiento del sistema. Pero este
sistema está en crisis. No sólo a nivel económico, sino más profundamente, a
nivel cultural. Y toda crisis demanda una transformación. Es momento de que
todas las personas puedan enriquecer sus vidas y espíritus en vez de ser
devoradas por la cotidianeidad del trabajo en donde las auténticas
subjetividades están tan desvalorizadas.
En la mayoría de los países de Occidente
se permite al empleador imponer jornadas laborales alienantes de no menos de 8
horas diarias o 48 horas semanales. ¿Puede una sociedad que aspire a una
calidad de vida realmente saludable y plena de sus ciudadanos ser compatible
con este contexto legal que suprime el derecho de todo ser humano pleno a
volcar su actividad no solo en su vida laboral, sino también en su
participación democrática y en su ámbito personal? Si con algo es coherente
este actual contexto legal es con un modelo económico que contempla al ser
humano como un mero engranaje de un sistema productivo, cuyo tiempo debe estar
subordinado casi exclusivamente al trabajo y el consumo, beneficiando a quienes
se encuentran en la pirámide del mercado.
Como señala el filosofo
contemporáneo Antonio Fornés “Actualmente trabajamos más
horas que un esclavo romano, pero creemos que vivimos en una sociedad
superlibre… No tenemos tiempo de ver a los amigos, de reflexionar en voz alta
con ellos, ni de estar con nuestros hijos, estar de verdad. Hay que madrugar, no
tenemos tiempo de hacer el amor con la persona que hemos elegido: la pasión se
marchita. Lunes, martes, miércoles, jueves…. La rutina engulle nuestra vida a
cambio de algún capricho, otro jersey negro que luciremos en la oficina, un mes
de vacaciones, un coche nuevo para el atasco del domingo. Siento amargarte el
desayuno, pero ¿eso es vivir?… ¿Abdicar de la vida para que tus hijos
abdiquen el día de mañana de la suya? Mi gato vive mejor.”
Pero una cultura que ponga el valor de
la vida por encima de los valores del mercado y la realización colectiva por
encima de la competencia, debe contemplar al ser humano no sólo como trabajador
y consumidor, sino también como individuo civil, como persona afectiva y como
sujeto de realización personal e integración cultural, equilibrando su tiempo
en tres instancias sociales imprescindibles: la personal, la civil y la
productiva.
Como la historia ha demostrado, cada
conquista de nuevos derechos laborales nos ha alejado poco a poco de los
tiempos de la esclavitud declarada y ha dado lugar a sociedades relativamente
menos injustas. Por ello, uno de los principales espacios sociales en donde
pueden reflejarse y concretizarse los valores de una nueva cultura es el del
derecho laboral. Debemos concientizarnos de la necesidad de reivindicar y
defender nuestro derecho a la libertad humana frente a la jornada laboral, como
una de las formas más claras de esclavización cotidiana. Reducir la jornada
laboral de 8 a 6 horas diarias (o 30 horas semanales) sin aplicar reducción
salarial, es una propuesta realista y concretable que significaría un progreso
social y cultural de no menores proporciones, repercutiendo en la calidad de
vida de todo el pueblo. Es claro que esta propuesta, en principio, no reduciría
la injusta distribución del ingreso imperante en nuestra sociedad capitalista
(que debería constituir una preocupación paralela), pero sí sería un modo
concreto de apropiarse a gran escala de la riqueza productiva –hablamos de
reducir la jornada sin aplicar reducciones salariales-, ya que se traduciría en
un incremento del valor hora para todos los trabajadores.
En algunos países de Latinoamérica como Venezuela, Uruguay y Argentina,
afortunadamente, se han comenzado a debatir proyectos de ley que
podría hacer realizable esta idea:
El senador argentino Osvaldo López,
autor de un proyecto de ley que defiende la reducción de la jornada laboral a 6
horas como un derecho que debe ser garantizado independientemente de las
condiciones salariales, plantea que: “Esto se puede lograr sin aplicar
reducción salarial, manteniéndose los niveles vigentes a través del incremento
proporcional del valor hora. El derecho a una retribución justa es una
conquista social que debe ser garantizada por separado, no pudiéndose negociar
por la jornada de modo que alguien deba trabajar demasiadas horas o tener más
de un empleo para que el salario le alcance.”
En su misma línea, Mario Woronowski, psicólogo y sociólogo argentino, e
integrante del Foro de Políticas Públicas de Salud del Espacio Carta Abierta,
considera que la reducción de la jornada responde a una necesidad social dentro
de un contexto mundial que cataloga como “una
crisis civilizatoria, y no solo del sistema financiero.”. Woronowski señaló que
“para muchos sectores y personas, ideas como estas son utópicas”, y a su vez
abogó por “no asustarse de las utopías, sino asustarse de la falta de
ellas”.
Por nuestra parte, hemos elaborado 9
fundamentos principales que consideramos que justifican esta necesaria y
urgente transformación social:
1. REDUCCIÓN DEL DESEMPLEO:
La posibilidad de estructurar dos turnos
laborales, permitiría la incorporación de mayor personal con el beneficio de
reducir del desempleo. Como señaló el senador Osvaldo López, las leyes de
reducción de la jornada laboral pueden funcionar como “una herramienta para crear
mayor cantidad de puestos de trabajo con la liberación de horas por parte de
quienes pueden estar hoy sobre ocupados”.
2. VIDA FAMILIAR Y AFECTIVA:
La reducción de la jornada laboral a 6
horas favorecería la cohesión familiar, respetando el derecho del niño a crecer
en un ambiente familiar con una mayor presencia de los padres en el hogar, y
permitiendo a los padres participar activamente del crecimiento de sus hijos.
Y en términos más generales, la
reducción de la jornada laboral nos permitiría a todos equilibrar nuestra vida
laboral con la afectiva, los vínculos que hacen a nuestra vida verdaderamente
significativa: pareja, familia, amigos.
3. AVANCES TECNOLÓGICOS:
Con la utilización de nuevas tecnologías
(automatización industrial, telefonía celular, digitalización, fax, Internet,
e-mail, etc.) las tareas en la mayoría de los ámbitos laborales se han
simplificado enormemente, significando una considerable reducción de tiempo y
esfuerzo para realizar tareas antes más largas y más costosas. La reducción de
la jornada laboral debería ser, a todas luces, uno de los resultados lógicos y
evidentes del avance en el desarrollo tecnológico del ser humano. Sin embargo,
esto no ha sido así. Volviendo a citar al filósofo español Antonio Fornés: “La
Revolución Industrial prometió que las máquinas irían reemplazando a los
hombres y, por consiguiente, no tendríamos que trabajar para vivir. Tres siglos
después, las máquinas han sustituido a los hombres en prácticamente todos los
trabajos manuales, pero, sin embargo, no sólo los hombres siguen trabajando
como entonces sino que: ¡Las mujeres también han tenido que ponerse a trabajar!
¿No te parece curioso que se mantenga el mismo número de horas que en 1926?
¿Puedes creer que las increíbles máquinas y la bendita Ciencia no hayan
liberado -¡ni si quiera un poquito!- en 100 años de esa esclavitud, que es el
trabajo, al hombre? ¿Cómo puede ser que los bosquimanos trabajen la mitad que
nosotros si viven en la prehistoria?”
Está claro que los avances de la
tecnología hicieron que suba la productividad de un trabajador, ¿pero quién se
quedó con la diferencia de este progreso? El empleador, por supuesto. El
resultado fue concentración de la riqueza y desocupación. ¿Por qué no se
reparte el beneficio obtenido por los avances de la tecnología? ¿Por qué en
lugar de echar trabajadores y mantener la misma cantidad de horas, no se
mantuvo la cantidad de trabajadores y se redujo la cantidad de horas?
4. ESTUDIOS Y CAPACITACIÓN:
Todo aquel que trabaje 8 o más horas
diarias y asuma el desafío de estudiar alguna carrera o curso se dará cuenta
rápidamente que el tiempo no-laboral del que dispone para eso y para el resto
de sus actividades vitales suele ser realmente insuficiente o incluso ridículo
en relación a las exigencias académicas, forzándolo a abandonar sus estudios o
a hacer sacrificios que no todos pueden asumir para poder continuar. En muchos
casos, los horarios de estudio simplemente son incompatibles con la
disponibilidad horaria laboral.
Por otro lado, de forma creciente las
tareas laborales son de índole intelectual en contacto con nuevas y
sofisticadas tecnologías. Esto trae aparejado una necesidad de mayor
capacitación (cursos, seminarios, etc.) que normalmente se suman al horario
laboral. La lógica competitiva del mercado laboral actual no permite detenerse
siquiera a aquellos que ya cuentan con un título, ya que los tiempos actuales
exigen títulos y especializaciones más allá del nivel universitario o
terciario.
En definitiva, la tensión entre la
necesidad de capacitación constante con riesgos de quedar desactualizado o
fuera del sistema laboral, y a su vez la necesidad de un sustento económico
(horas de trabajo quitadas a la capacitación), traen aparejado un sujeto
subyugado a serios riesgos biológicos (enfermedades nerviosas, stress, etc.) de
la vida actual. La reducción del horario laboral facilitaría la realización de
una integración coherente entre formación y empleo.
5. SALUD:
La reducción de tiempo laboral favorece
la intensidad de trabajo, reduciendo espacios de ocio laboral que pueden
generar una carga negativa en el ambiente: necesidad de mostrarse
constantemente ocupado, stress de no tener actividades para realizar, tiempos
muertos, etc.
Sumado a esto, trabajar 8 horas o más
restringe enormemente el tiempo que un ciudadano puede dedicar a actividades
necesarias para la salud física y psicológica: deportivas, de esparcimiento,
meditación, etc.
6. INCREMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD:
En el año 2007, el Euroíndice IESE-ADECCO (EIL), al analizar el
mercado laboral de siete países europeos, arrojó un resultado
extraordinario: los países europeos con jornadas medias más cortas (Holanda, Alemania y Bélgica) presentaron mayor productividad por hora trabajada que el resto. Este
estudio refutó la tradicional asociación de una jornada laboral más extensa con
una mayor productividad, demostrando que “existe una relación negativa entre ambos conceptos y, al trabajar más horas, se tiende a disminuir
el aprovechamiento que se hace de cada una de ellas”. Así, se destacó que “una
mejora en la eficiencia (productividad) puede llevar a reducir la jornada de trabajo sin que se produzca una caída en la producción.”
7. RECURSOS ENERGÉTICOS E IMPACTO
AMBIENTAL:
En los numerosos entornos laborales en
donde no sea necesario incorporar dos turnos, la reducción laboral no solo
intensificaría los momentos de trabajo, sino que maximizaría los recursos
energéticos, disminuyendo significativamente el impacto ambiental.
8. HACINAMIENTO:
La posibilidad de emplear dos turnos,
podría resolver núcleos de hacinamiento laboral físico, además de abrir a
nuevas posibilidades de capacitación. Significaría, por otro lado, la
posibilidad de un uso más inteligente y eficiente del transporte público y
privado en las zonas en donde se concentra la mayor actividad, favoreciendo
enormemente la desconcentración poblacional, evitando la saturación del flujo
de transporte en micros, trenes, avenidas y autopistas en las llamadas “horas
pico”, acelerando y simplificando la movilidad de los ciudadanos, y
disminuyendo a la vez el impacto ambiental del transporte privado.
9. INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
CREATIVO:
La investigación científica y académica, que podría significar una mejoría
sustancial no solo a nivel laboral sino también de país, excepto en los
excepcionales casos en que esté financiada, queda normalmente relegada por la
absorción laboral. Las actividades culturales artísticas y creativas en
general quedan, por su parte, también restringidas por las limitaciones que
impone el tiempo laboral. Podríamos preguntarnos, junto con el reconocido lingüista
y analista político internacional Noam Chomsky: “¿Queremos tener una sociedad de
individuos libres y creativos e independientes, capaces de apreciar y aprender
de los logros culturales del pasado y contribuir a ellos..? ¿Queremos eso o
queremos gente que aumente el PBI? No es necesariamente lo mismo.”
Por estas razones, creemos, que es
necesario convertir este tema en una preocupación social y en una bandera
colectiva, en un reclamo que todos debemos exigir a nuestros representantes
políticos. Quizás ha llegado el momento de comenzar a pensar en una nueva
cultura y orientarnos social y políticamente hacia ella. Una cultura en donde
se ponga el derecho de todos a una vida plena por encima del derecho de unos
pocos a la sistemática explotación laboral. Una cultura en donde se trabaje
para vivir, y no se viva para trabajar.
La reducción de la jornada laboral a 6
horas sería una excelente forma de empezar.
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