sábado, 5 de noviembre de 2011

BANCA PÚBLICA, ¡YA!

http://desalmado.blogspot.com/2011/10/banca-publica-ya.html


Esta entrada debía haber sido escrita hace varias semanas, pero por unas u otras circunstancias se ha ido demorando su plasmación negro sobre blanco. Diré más, la dilación a la hora de tratar este tema me ha generado una cierta inquietud, pues considero que nada de lo que sucede en este puñetero mundo dirigido por imbéciles de todo tipo condición, hubiera ocurrido si lo que a continuación voy a proponer se hubiese puesto en práctica, o mejor dicho, si no se hubiese desmantelado algo que funcionaba bien y que generaba beneficios contrastables para todos.
No descubro ningún secreto de estado, el título lo refleja, si digo que el asunto que nos ocupa hoy versa sobre la banca y especialmente sobre la necesidad acuciante e ineludible de la existencia de una banca pública.
Cuando en España se privatizó la banca pública, esa en la que muchos abrimos una cuenta corriente para que nos ingresarán el dinero de la beca, pareció que habíamos descubierto el Mediterráneo y que, de golpe y porrazo, éramos más europeos. Nos habíamos quitado la rémora del pasado. Además fiábamos todo a una banca, en ese momento atomizada, que prometía un funcionamiento idóneo, debido a la competencia que iba a surgir por doquier. Dicho funcionamiento nos aseguraba unas posibilidades inmensas de mejora a los clientes en todo lo referido a nuestra relación con los bancos, al menos en teoría: nos iban a conceder créditos a bajo interés, los depósitos iban a tener unos intereses chupilerendi... especialmente teniendo en cuenta que hacía bien poco, apenas una década, que se había salvado al sistema bancario español con dinero público del apocalipsis finaciero. Por tanto, parecían sentados los fundamentos para que la banca privada, que parecía haberse labrado un futuro prometedor con todas las medidas que les obligó a tomar el Banco de España para asegurar su supervivencia, nos brindase a todos un futuro lleno de magníficas posibilidades.


La competencia parecía llevar aparejada una mejora de la calidad de los servicios. Pero hete aquí que de competencia no era tal, al menos hasta que un banco decidía romper el oligopolio y lanzaba productos "revolucionarios" al mercado. Productos que hacían tambalear lo aceptado tácitamente por toda la banca. Pero hasta que eso ocurriría podían pasar años y años en los que las condiciones, pactadas o no, no diferían en exceso entre las distintas entidades financieras.
A pesar de todo la cosa parecía funcionar: los créditos se concedían con relativa facilidad, la banca ganaba cada año una talegada, siempre mayor que la del año anterior, y el supervisor, el Banco de España, lanzaba halagos por lo bien que se hacía todo y por lo bien que supervisaban Caruana y, posteriormente, MAFO. Sin embargo unos tipos, muy malos ellos, los funcionarios encargados de supervisar el correcto funcionamiento de todo el sistema bancario, los inspectores del Banco de España, avisaron por activa y por pasiva a Caruana, nombrado por el P.P., de que todo podía irse al garete, la burbuja podía estallar y los bancos, que tan alegremente aflojaban la pasta en forma de crédito, se iban a caer con todo el equipo. Pero... ¿quíén va a hacer caso a unos funcionarios apesebrados? Nadie. Ni tan siquiera el Ministro de Economía, que en 2006, cuando se largó Caruana y entró MAFO, recibió una carta de estos mismos inspectores, funcionarios tenían que ser para confundir el buen entendimiento de la gente de bien, advirtiendo de que los créditos concedidos por la banca eran excesivos y muchos de ellos serían impagables si las condiciones cambiaban. ¿Le suena al lector esta historia?


Un par de años después aterrizó entre nosotros una cosa llamada crisis y, como consecuencia de su para muchos inesperada llegada, la burbuja inmobiliaria perdió su forma y esparció su contenido por todo el país: paro, contracción económica, más paro, deuda, más paro, deudas impagadas por particulares, más paro, falta de crédito, más paro, bancos en crisis, más paro...
A pesar de todo el gran economista que dice ser MAFO, como he repetido en este blog hasta la saciedad, uno de los tipos más despreciables de este país, asegura por activa y pasiva que la banca española era capaz de asumir esta situación sin despeinarse. Pero con el paso del tiempo la cosa no parecía estar tan clara y aunque parecía que en un principio no se despeinaba nadie con esta crisis, progresivamente, se descubrió que algunos empezaban a perder el pelo, debido a una alopecia inesperada y agresiva de origen desconocido para el regulador, el hermano de Paco Ordóñez. Dicho fallo de previsión nos ha costado, hasta el momento, a los ciudadanos españoles unos 7.500 millones de euros (a pesar de la última medida propuesta por el gobierno los 7.500 boniatos los hemos puesto todos los ciudadanos. Es más, si el problema se repitiera y el Fondo hubiera de aflojar esa misma cantidad de dinero, los siete mil quinientos millones, dispondría del dinero justo para tapar el agujero generado por los manirrotos gestores). Para que nos hagamos una idea de lo que representa la cantidad a la que no estamos refiriendo, con dicho dinero se hubiera cubierto la subida de pensiones anulada, la bajada del sueldo de los funcionarios y parte de la obra pública suspendida, actuación, o no actuación, que ha creado más paro.
A pesar de todo, el mayor problema que genera la banca privada en la vida de los españoles no es la inmensa cantidad de euros que debemos retraer de las cuentas públicas para salvar cajas y algún banco (aunque nos lo vendan como un prestamos, los recortes se están produciendo ahora, no cuando nos devuelvan, si eso ocurre, ese dinero que hemos anticipado). El problema crucial, fundamental, es que los bancos, entrampados hasta la médula, no cumplen con su función: prestar dinero a particulares y empresarios. Consecuencias: los empresarios, especialmente los pequeños y medianos, no reciben créditos y no pueden abrir nuevos negocios o deben cerrar los suyos, porque, aunque sean viables, necesiten puntualmente dinero que los bancos no conceden porque necesitan ese dinero para devolver lo que a dichas entidades les prestaron otras para poder crear y ampliar la burbuja inmobiliaria. Los particulares tampoco reciben créditos con facilidad, aunque puedan devolverlos, lo que retrae el consumo (base sobre la que se asienta el sistema capitalista actual, lo que no quiere decir que el que suscribe esté a favor de consumir de manera desaforada, pero el sistema exige consumir para funcionar).
Curiosamente la falta de crédito a particulares y pequeños y medianos empresarios conlleva una consecuencia que se repite en ambos casos: el aumento del paro. Menos empresas, más paro. Menos consumo, más paro. No hace falta escarbar mucho en los manuales de economía para comprender que a mayor paro, más dinero debe pagar el estado en forma de prestaciones de desempleo, lo que genera un significativo desequilibrio presupuestario.


Si a los 7.500 millones de mortadelos que hemos soltado, por el momento, para salvar a la banca privada le añadimos lo que no está costando pagar a los parados, generados por la falta de concesiones de créditos, el subsidio de desempleo, derecho que tienen pues han cotizado para tenerlo cuando trabajaban, obtendremos una cantidad astronómica, que sale del bolsillo de todos los ciudadanos españoles.
Resulta curioso que el representante por antonomasia de la empresa privada, la banca privada, nos cueste a todos un potosí y que, por si fuera poco, no cumplen con su misión ni por asomo. Es más, como se ha demostrado en España, en Europa o en EE.UU. ellos han sido el gen loco que ha generado el cáncer que padecemos y que conocemos con el nombre de crisis.
Es evidente que si la banca tuviera, no ya unos reguladores aptos, sino una competencia real todo funcionaria mejor. ¿Y cuál es esa competencia real? Obviamente, la banca pública. Básicamente por los siguientes motivos:
  1. La banca pública serviría a los intereses de los ciudadanos, en este momento conceder créditos a las pequeñas y medianas empresas y a los particulares y no a unos ejecutivos deseosos de ganar dinero rápido y, en muchos casos, sin ningún tipo de visión de futuro.
  2. Sí un banco o dos privados se hundieran no habría que acudir al rescate, lo siento por los que tengan su dinero allí. Tal vez, bastaría con que la banca privada se hiciera cargo, comprara el banco y le reflotara. De no ser así, pasaría a formar parte de la banca pública, que se haría cargo de la deuda, pero que no daría un euro a sus dueños.
  3. Es evidente que la concesión de créditos contribuiría a reactivar la economía, en mayor o menor medida, lo que disminuiría la cantidad de dinero que las Administraciones deben aflojar para pagar a los parados. No sólo eso, los ingresos por impuestos aumentarían igualmente, pues a mayor consumo y mayor número de personas, las arcas de las diferentes administraciones recaudarían mayor cantidad de dinero.
  4. La banca pública se puede permitir el lujo de invertir en áreas como investigación, nuevas tecnologías más eficientes, energías renovables... que tal vez no den un rendimiento a corto plazo, pero que a medio/largo plazo generarán nuevos puestos de trabajo y una forma más ecológica de vivir sobre este planeta.
  5. La banca pública se constituiría en competencia real para el resto de bancos, pues sus productos irían destinados a un amplio espectro de la población española, de los ciudadanos españoles, lo que generaría una auténtica batalla por ganar al cliente, ofreciendo unas condiciones realmente favorables a éste.
Imagino que los neoliberales pondrán el grito en el cielo si leen esta entrada y me insultarán de todas las formas posibles, pero les invito a que observen algo: el candidato del P.P., Mariano Rajoy, además de echar la culpa de todo a Zapatero, parte de razón tiene, sólo parte, habla continuamente de la falta de crédito como el mayor problema de las empresas. ¿Adivina el lector a qué se debe esa falta de crédito?
Un saludo.


¿Qué te ha parecido este artículo? ¡Deja tus comentarios!

No hay comentarios:

Publicar un comentario