Cada decisión tomada por Rodríguez Zapatero en el último tercio de legislatura ha sido una concesión a los mercados y el neoliberalismo, a la par que un hachazo suicida al casco del buque del Partido Socialista, que confiaba en llegar a la orilla de la crisis económica todavía a flote antes de los comicios de noviembre. Pero la decisión de grabar a fuego en la piel de la Constitución el estigma ‘thatcheriano’ del techo del déficit, haciendo así fuente de derecho los dogmas ‘neocons’, ha dejado al candidato Rubalcaba atado al palo mayor y con el agua subiéndole ya por el nudo de la corbata. Así, es de esperar un golpe de efecto: un impuesto a los ricos. O sea, la demagogia que viene.
Discutía ayer con Cayo Lara esa posibilidad que ya circula por los mentideros políticos como previsible efecto del viejo alquimista socialista para remover a los suyos, y el coordinador de IU veía con cierta expectación ese gesto que imitaría lo que ha hecho Francia esta semana (subir un 3% el gravamen de todas aquellas rentas superiores a 500.000 euros anuales). El regalo ‘rojo’ que compense el atracón de políticas ‘azules’ podría anunciarse este mismo viernes tras el Consejo de Ministros. El problema, como casi siempre, es dejarse seducir por la presentación de un bonsai cuando se están llevando los bosques.
Subir el porcentaje de tributación a los escalones altos del Impuesto sobre la Renta es una obligación moral deseable, cómo no, quién más gana más debe pagar, pero hay que tener en cuenta que tiene una escasa repercusión recaudatoria y que ahí no pagan los verdaderos ricos, que esconden su tributación en otros parajes. Para hacernos una idea, cabe decir que tan sólo 6.829 personas declararon una renta superior a los 600.000 euros, según datos tributarios de 2009, aportando poco más de 2.500 millones de euros de los 62.000 millones que recaudó el Estado en el IRPF. ¿Cuánto recaudarían con uno o dos puntos porcentuales más a esos tramos? ¿800 millones, 1.000 millones? Deseable y obligatorio imponer ese nuevo impuesto, pero eso no compensa ni resuelve absolutamente nada. Es sólo un canto de sirena electoral; la ópera se canta en otra parte.
Dónde hacer pagar a los ricos de verdad
El gran concierto del dinero que se esconde de los grandes capitales está en la evasión fiscal, en la escasa tributación de las grandes empresas y en los instrumentos con fiscalidad beneficiosa para los ricos, como son las Sicav.
Empezando por la evasión fiscal. La evasión fiscal de las grandes fortunas y corporaciones empresariales alcanzó los 42.711 millones de euros en el último año (el 71,8% de la evasión del país), según los datos elaborados a partir de las estadísticas de IRPF que manejan los Técnicos del Ministerio de Hacienda, que se agrupan en Getsha. A esta cantidad habría que sumarle 16.621 millones de euros que evaden pymes y autónomos. Poner coto a ese desmán es gravar a los ricos de verdad. Este capítulo supone un 23% del PIB.
Luego está la tributación de las grandes empresas. La teoría es que el Impuesto de Sociedades grava con un 30% a las grandes empresas y con un 25% a las pymes. Pero, como denuncia Getsha, los ingenieros fiscales de las grandes corporaciones saben manejar las fisuras del sistema para que esa tributación sea menor. Concretamente, un tipo real del 19,5%.
Es necesario un verdadero Impuesto de Sociedades progresivo que devuelva en parte a la sociedad los recursos que se llevan estos grandes gigantes económicos. Para hacerse una idea, miremos a las empresas del IBEX 35. Ni siquiera vamos a decir que el 82% de estas empresas utiliza paraísos fiscales de alguna manera, como señala el Observatorio de Responsabilidad Corporativa; vamos a centrarnos en su aportación oficial al país. Cabe decir que las 35 grandes empresas del principal indicador de la Bolsa española, obtuvieron el pasado año un beneficio conjunto de 50.660 millones de euros, generando 1.353.110 puestos de trabajo. Es decir, sus ganancias equivalen a casi un 20% del PIB bruto de España, pese a que proporcionan únicamente un 7,4% de los puestos de trabajo del país, utilizando cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA). Ahí están los ricos, para quien quiera gravarlos.
Y si queremos hablar seriamente de apretar las tuercas fiscales a los que más tienen, no podemos dejar de hablar de las SICAV. Los ricos no tributan con el IRPF, una vez que han maquillado los datos de sus grandes empresas desvían sus ganancias personales a las Sicav, sociedades donde depositan sus renta los Koplowitz, Del Pino, Amancio Ortega y el resto de verdaderos millonarios que se benefician de una ventajosa tributación del 1% gracias a estos instrumentos financieros. En este momento hay cerca de 3.369 Sicav, con un patrimonio que gestiona más de 27.000 millones de euros. Y no sólo eso, se supone que deben tener 100 accionistas para ser legales: Inspección de Hacienda inició en 2005 un plan de control de estas entidades y descubrió que casi todos era inversores ficticios. A partir de ahí a Hacienda le quitaron la competencia del control fiscal de estas entidades, pasándosela a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Y nunca más se supo de las denuncias de los Inspectores, como ha denunciado en más de una ocasión Francisco de la Torre Díaz, Portavoz de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE).
Ahí están los ricos, para quien quiera buscarlos y gravarlos de verdad, y no sólo arañar un puñado de votos mostrando una mano dura que no ha existido. Ésa es la demagogia que viene. Atentos.
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