sábado, 16 de junio de 2012

El naufragio



Da un poco de pena ver a un Gobierno tan nuevo, y con tanta mayoría en el Parlamento, pedaleando en el vacío. Pero no pasa nada. Es posible que en unos cuantos meses haya otro Gobierno, de los llamados “técnicos”, formado por representantes de la banca y tutelado desde Frankfurt. También es posible que ese otro Gobierno dure lo que vaya a durar la unión monetaria europea. En fin, no es aconsejable encariñarse ni con los gobernantes ni con el euro. Todo parece efímero en estos momentos.

Quien lo desee puede, por supuesto, creer que esta reforma del sector financiero es la buena. Hubo quien creyó a Zapatero cuando dijo, antes de las penúltimas elecciones, que la crisis era “materia opinable”, y cuando dijo después que la banca española era “la más solvente del mundo”. Hubo quien creyó al propio Rajoy cuando proclamó que no subiría impuestos y que todo se resolvería devolviendo la confianza a los mercados. Y hasta hubo quien se tragó, hace año y medio, las acciones de Bankia, ese modelo de solidez compuesto por una Cajamadrid mangoneada (por todos, no solo por Esperanza Aguirre) y unas cuantas cajas valencianas. La confianza en el prójimo es siempre una virtud. Incluso cuando nos convierte en idiotas.

La banca española, quizá con la excepción de los tres grandes (Santander, BBVA, La Caixa), no puede provisionar sus créditos fallidos. Y el Estado, por más que lo intenta, no puede regalar a la banca todo el dinero que necesita (50.000 millones de euros ahora mismo, mucho más en poco tiempo) sin cargarse sus compromisos europeos y caer en la insolvencia. Estado y banca sobreviven apoyándose el uno al otro gracias a los créditos baratos del Banco Central Europeo, que mantienen una falsa impresión de viabilidad. Sin crecimiento y sin empleo nada es viable. Y sin devaluar brutalmente el euro para subir temporalmente la inflación, cosa que no parece entusiasmar a los alemanes, no puede haber crecimiento ni empleo.

Existía un cierto consenso en torno a la creencia de que era imposible hacerlo peor que el último Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Hasta en eso estábamos equivocados? Ahora tenemos un Gobierno que anuncia nacionalizaciones bancarias con días de antelación, para que inversores y depositantes puedan entrar en pánico y actuar en consecuencia; que reforma de forma definitiva el sector financiero cada dos viernes; que impone a los bancos una cobertura del 30% en los créditos presuntamente sanos (a ver quién da una hipoteca bajo estas condiciones); que prestará dinero al 10% a los bancos en dificultades (¿de verdad creen que recuperarán esa pasta después de que la entidad quiebre?); que se está cargando las prestaciones sociales a cambio de nada.

Por favor, que la orquesta suba a cubierta. Que los pasajeros de tercera, la gran mayoría de los ciudadanos, recen lo que sepan. Y que quien pueda guarde en casa unos dólares, para cuando el corralito.

Decir esto es de muy mal gusto, pero como los medios de comunicación convencionales no pueden permitírselo (porque también están endeudados hasta las cejas), se dice aquí: el desastre ya ha empezado. Quien tenga afición por los momentos históricos ha de permanecer atento, porque disfrutará como un enano.

Pronto estaremos donde Grecia. Más tarde estaremos donde estuvo Argentina hace 12 años, cuando la dolarización se fue al garete. Entretanto sobreviviremos, porque las hemos visto peores. Y luego saldremos adelante. Tranquilos: es sólo una mala temporada.

Enric González



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