http://trabajosinfuturo.blogspot.com/2009/04/revolucion.html
Hay trabajos en los que no hay climatización; o pasas un calor de muerte o te congelas.
Trabajé en una nave industrial donde ocurría esto. En primer lugar el atuendo era el siguiente:
zapato o bota de seguridad con puntera reforzada, pantalón largo, camiseta o camisa de manga corta, manguitos (son como unos guantes de algodón sin dedos y que te llegan al antebrazo), guantes y gafas de seguridad. De forma accesoria chaqueta. En verano la temperatura de la nave superaba los 35 grados, os aseguro que te falta el aire. Pero en invierno no superaba los 10, y aunque lleves varias camisetas puestas no puedes entrar en calor. Te duele todo el cuerpo.
Aunque nos quejabamos la respuesta de la empresa era que la nave era de soldadura y esto provocaba tanto polvo que si pusieran aire acondicionado o calefacción se levantaría una polvareda que no se vería.
Una mañana de invierno la temperatura dentro de la nave bajó hasta los 8 grados. Teníamos los dedos y los labios morados. Lo recuerdo como uno de los dias más frios de mi vida. Entonces un carretillero me ofreció su anorak para que me lo pusiera, a lo que yo acepté sin dudar. Los carretilleros tienen anorak de la empresa ya que tienen que estar constantemente saliendo al exterior.
Aquella pequeña accion tuvo una repercusión no esperada: mis compañeros empezaron a clamar por anoraks para todos. Con el revuelo llegó el encargado. No había abrigos para todos, lo sentía.
- Pues ya puedes ir buscandolos, porque si después del almuerzo no los tenemos, no vamos a volver a la producción. Tú verás.
El frío hizo lo que la pérdida de derechos laborales no ha conseguído: nos unió a todos. Fué un momento hermoso vernos a todos juntos en esta reividicación laboral. Alguno decía por lo "bajini": -¡huelga!,¡huelga!. Nos sonreíamos y nos sorbíamos los mocos que caían por el frío. Fué nuestro momento revolucionario.
Entonces la magia del momento hizo que las hadas encontrarán a los anoraks perdidos en el mundo prohibido del almacén. Y además los multiplicaron milagrosamente, porque de no haber ninguno pasó a haber tantos que toda la nave recibió uno.
Todos volvimos a nuestros puestos, pero esta vez un poco más calentitos y felices por haber conseguido una gran hazaña.
A los encargados, que no les gusta mucho eso de gastar dinero de la empresa, se les ocurrió una gran idea: Podríamos dejar los abrigos en el puesto de trabajo y así lo utilizarían nuestros compañeros del turno de tarde y estos se los dejarían a los de la noche y mañana los volveríamos a coger nosotros.
En este momento las dudas hicieron mella en algunos compañeros y cedieron. Supongo que no hará falta decir que estos pobres no volvieron a ver sus anoraks y al día siguiente estaban tan helados como a la víspera.
El resto de nosotros nos guardamos los trofeos rápidamente en la taquilla, y los conservamos hasta el fín del invierno.
Un més antes de que se me acabara el contrato me enteré que iban a poner aire acondicionado y calefacción en la nave. ¡Una lástima!
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