El señor Díaz Ferrán siempre me pareció un personaje perfecto para ejercer ese papel de presidente de la CEOE, nuestra muy querida patronal, y creo que fue una lástima que no renovara el cargo con carácter vitalicio y se terminara retirando del chiringuito, pues, ¿quién mejor que él para ejercer como fiel representante de esa alta clase empresarial española enriquecida en la época del Pelotazo? Y es que estamos hablando del perfecto arquetipo de empresaurio hispánico: chapucero, mafioso, corrupto, derrochador, hipócrita e ignorante; todo en uno, así es él y así son los demás.
Díaz Ferrán jamás fue lo que en las facultades de económicas pretenden definir como empresario capitalista. Más bien recordaba a esos condes y marqueses que revoloteaban en torno a los Austrias, en la antigua corte de una monarquía aparentemente poderosa pero en el fondo derrotada y decadente -como también era España en los tiempos del Pelotazo, vaya- y que trataban con desesperación de arañar nuevas rentas que añadir a sus ya engordados estados para luego despilfarrar en nuevos palacetes. A eso se dedicaba el señor Díaz Ferrán, a buscar rentas, a reforzar su red de alianzas con políticos afines que le pudieran hacer la cama. ¿Creatividad e innovación? Eso es para pringaos, los tipos de éxito como Ferrán consiguen contratos públicos por medio del soborno y luego ante su audiencia cargan contra el excesivo gasto público del Estado. Hasta que su empresa entra en números rojos, que exigen entonces "un paréntesis en la economía de libre mercado". Pero solo para lo que les interesa, pues bien que seguidamente piden que "hay que trabajar más y ganar menos para salir de la crisis" o que "hay que apretarse el cinturón empezando por la administración". Y eso unos tipos que no han dejado de ganar dinero y destruir empresas aun a pesar de la crisis y que aun así tienen el valor y la falta de escrúpulos necesaria como para decirte en la cara que "los empresarios no somos culpables de la crisis, hemos creado riqueza". Eso piaba entonces este lamentable personaje, que lo único que ha hecho ha sido sangrar y quebrar empresas conseguidas a base de sobornos y favores políticos.
Pero tranquilos todos, Arturo Fernández, otro modelo a seguir, dice que "la CEOE no pierde legitimidad por la incidencia de Díaz Ferrán". Te tienes que reír, "incidencia", dice el muy imbécil. Y como si alguna vez hubiesen tenido un mínimo de legitimidad.
http://www.eldiario.es/escolar/dano-marca-Espana-Diaz-Ferran_6_75652464.html
Imaginen, es un suponer, que estuviésemos hablando de un líder sindical, en vez de don Gerardo Díaz Ferrán. Que hubiese sido el secretario general de CCOO o el de UGT quien escondiese en su casa de Alí Babá lingotes de oro o billetes de 500 euros al por mayor. Que fuese un representante de los trabajadores, en vez del expresidente de la patronal, quien estuviese acusado de blanquear dinero, de defraudar al fisco… De "alzamiento de bienes", que en román paladín se traduce con un verbo más rotundo: robar. ¿Qué habríamos leído en algunos medios? ¿Qué habríamos escuchado a algunos políticos?
Pista: en España que un sindicalista se tome una caña después de una manifestación es noticia de portada.
Que un hombre como Gerardo Díaz Ferrán haya sido durante varios años el presidente de los empresarios españoles, su principal representante y portavoz, es una mancha difícil de borrar. Su trayectoria define a la perfección los peores vicios del empresariado español. Es casi su caricatura, su guiñol.
Díaz Ferrán, el liberal, comenzó su fortuna con las privatizaciones de autobuses que decidía el alcalde franquista de Madrid, Arias Navarro, el primo de la madre de su socio. Después, con la democracia, mantuvo el mismo modelo: negocios privados al calor del favor público. Con Felipe, compró Marsans al Estado de rebajas. Con Aznar, se quedó con Aerolíneas Argentinas a un precio inmejorable: un euro.
Pero su mayor benefactora fue Esperanza Aguirre, otra liberal que, según sus propias palabras, “es cojonuda”. Tan cojonuda que Díaz Ferrán donó a Fundescam 246.000 euros que después el PP de Madrid gastó en la campaña electoral de la lideresa en el año del Tamayazo. Fue una de sus inversiones más rentables: la Comunidad de Madrid después adjudicó a sus empresas 6,4 millones de euros en contratos públicos. Además, se llevó de propina un sillón en el consejo de Caja Madrid, una caja a la que dejó un pufo de 26,5 millones. Parte de esos créditos se lo gastó en un exclusivo Ferrari, la última joya de una colección de coches en la que no faltan tampoco los Porsche o los Rolls Royce y que protegió mediante testaferros para evitar el embargo judicial.
Es el momento ideal para repasar la hemeroteca y recuperar las grandes frases de Díaz Ferrán: cuando pedía "un paréntesis al libre mercado" (para socializar las pérdidas, claro está); cuando defendía "cobrar menos y trabajar más"; cuando decía "que la mejor empresa pública es la que no existe" (y la mejor, la que le venden a él) o cuando argumentaba que hacía falta "una reforma laboral profunda y global" para "calmar a los mercados", días antes de dejar a sus propios trabajadores sin cobrar. Éste era el empresario modelo. Éste era Díaz Ferrán.
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