miércoles, 5 de enero de 2011

Paraiso en el super

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Hace unos años, cuando trabajaba de cajera de supermercado, fuí testigo de una escena que se me quedó grabada.

Una caja registradora de un supermercado es como un ordenador pero en muy básico. Si a nosotros con ordenadores decentillos se nos cuelga de vez en cuando, imaginaros con estas birrias. Es la pesadilla de toda cajera. Porque si te pasa entre compras, pues reinicias y solo tienes que aguantar las malas caras de los clientes durante un par de minutos, mientras tú tienes que dar mil excusas y sonreir como una boba.
El problema viene cuando estas en mitad de un carro. Entonces aparte de reiniciar y esperar que cargue el dichoso programa durante dos minutos, tienes que empezar a escanear todo de nuevo. Repito: una pesadilla.

Y esto fué lo que le pasó a una compañera una tarde. Con el paso del tiempo se me borran los nombres; pero recuerdo que era una chica muy simpática. Era rubia y muy alta. Trabajaba rápido y bien. No le importaba prestarte cambio o bolsas. Vamos que cuando veias que te había tocado en la caja de al lado te alegrabas. Yo me alegré.

Aquel día las cajas se estaban colgando cada dos por tres. (Supongo que estarían modificando el software o alguna bobada de estas.) Cuando aparecio la vieja con el abrigo de pieles y el carro a reventar me olí el peligro, pero suspiré aliviada cuando se dirigió a la cola de la caja de al lado.
Me encontraba en esos momentos de stand-by cuando los gritos me hicieron girarme:

- ¡PERO BUENO, ES QUE CADA VEZ SON MAS INUTILES! ...

No hacia falta ser un genio para saber que habia pasado. La mierda de la caja se habia muerto por enésima vez. La pobre chica empezó a balbucear algunas excusas, intimidada por el tono de la vieja, que encantada por que todo el mundo la miraba empezó a hacerse la protagonista del día:

- A MI NO ME IMPORTA QUE NO TENGAS LA CULPA. TE HA TOCADO A TI ... ¡PUES APECHUGA! ¡SI NO SABES SER CAJERA VETE A FREGAR!

El silencio se extendió por la zona. Todos miraban a la vieja y a la cajera. Poco después vino una patinadora, se reinició el sistema y entre las dos volvieron a sacar todos los productos del carro y los escanearon, bajo el chorreo constante de la vieja, a la que solo le faltaba el látigo de siete colas. Al cabo de unos minutos se fue, toda orgullosa, camino de la puerta de salida. Habia defendido sus derechos frente a esa mierdosa que la habia hecho perder el tiempo. No es que tuviera nada que hacer pero vamos ¡solo faltaba!.

Mi compañera estaba al borde de las lágrimas. Yo estaba que rabiaba, mordiendome los labios.

Obviamente, no dejamos de trabajar, ni de sonreir, no comentamos la escena y nadie de los clientes nos dijo ni una palabra en relación a lo que acababamos de vivir.

En ocasiones me pregunto: si yo hubiera sido cliente, ¿hubiera dicho o hecho algo?
¿Y vosotros?

1 comentario:

  1. Después de leer esta historia espero tener la valentía -o mejor dicho honradez- de poner a la vieja en su lugar, ya que los trabajadores no pueden en esa situación.

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