miércoles, 13 de junio de 2012

En el portal del INEM

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El cordón umbilical que separa un parto y el paro mide lo que una sola letra. Quizás ni eso: ayer nació un niño dentro de una oficina de (des)empleo de Alcorcón (Madrid), eso que antes se llamaba el INEM. Para qué perder el tiempo, pensaría el pequeño, que como joven y español trae el paro como denominación de origen. Pese al paisaje, el caso es enternecedor, ya que se ve que la madre no se aguantó las ganas de parir allí o no le dio la gana de hacerlo, quizás queriendo dejarnos una parábola repleta de mensajes y dobles lecturas. Y es que un niño que nace en una oficina de empleo española es la síntesis perfecta de una época, un poema de protesta social recitado entre suspiros de placenta, agua hirviendo y toallitas de urinario público.

Porque dirán ustedes que la historia no inspira. Inspira con fuerza, como lo hacen eso yupis que provocaron la crisis cuando les pica la nariz en los váteres de lujo de las discotecas de caché. Inspira como un caramelo de menta. De súbito te hace percatarte de lo raro que es que no nazcan más niños en las oficinas del paro, habida cuenta del tiempo que pasamos allí los españoles.

Hay una vibración especial en este nacimiento, como digo. Sobre todo si se piensa en que mientras el pequeño se abría a la vida siguiendo legañoso las luces rojas de un contador de turnos electrónico, en ese mismo instante, el Gobierno prometía a Bankia todo el dinero que necesitase para sanearse y los líderes europeos se disponían a reunirse sin ningún acuerdo para incentivar el crecimiento.

Al contrario de esa cumbre el parto tuvo un final feliz; pese a la inexperiencia de las comadronas, más versadas en el vuelva usted mañana que en el no me nazca en estos momentos. Así, a las 13.33 horas, la poesía natal de las contracciones le llegó a la madre en tercetos de arte mayor (ABA BCB CDC) y ésta tuvo la pericia de terminarlas en serventesio. No era asunto dejarse versos sueltos alumbrando a ése que nació en una oficina de empleo. Miren las señales y no olviden al pequeño: puede que dentro de 2.000 años aún se canten villancicos rememorando la llegada de aquél que nació en el portal del INEM y que a los 33 años dejó de ser becario para señalarnos el camino que llevaba al final de tanta idiotez.

Jesús Moreno Abad



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