martes, 14 de agosto de 2012

Carta a una cajera de Mercadona


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Carta a una cajera de Mercadona

Estimada trabajadora de la cadena de supermercados Mercadona.

Todos hemos podido ver el vídeo en el que, al encontrarte con que numerosos de los jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores intentaban expropiar diversos alimentos básicos de tu supermercado para donarlos a un banco de alimentos, intentaste evitarlo y recibiste el empujón de uno de ellos. Como resultado te sentiste humillada y te quedaste llorando en un rincón. Muchos políticos, analistas y medios de comunicación han salido en tu defensa y se han convertido, sorpresivamente y por primera vez, en defensores los trabajadores, mejor dicho de una trabajadora como tú. Ahora, varios días después, probablemente sigas indignada con los que te empujaron y te sientas arropada y agradecida con estos defensores.

En primer lugar quiero decirte que es comprensible tu reacción instintiva de oposición a quienes intentaban llevarse la comida en el centro donde trabajas, por eso es necesario recurrir a la razón para no limitarnos al instinto. Para empezar hemos de precisar que tu trabajo consiste en cobrar los productos a los clientes, no custodiarlos ni impedir su sustracción ni apropiación sin pago. Cuando intentaste evitarlo no estabas cumpliendo con tu trabajo, tomaste posición en un conflicto que no era el tuyo, porque la discusión por la propiedad de unos litros de aceite, otros de leche y alguna lata, entre el dueño de la cadena de supermercados y unos activistas que querían repartirlo entre familias sin recursos para comer, era un asunto ajeno a las condiciones laborales de tu contrato.

Estimada trabajadora, no sé si has oído hablar de las clases sociales o de la lucha de clases. Básicamente consiste en reconocer que en una sociedad hay ricos y pobres, y que se encuentran en conflicto porque a más riqueza para los ricos, más pobreza para los pobres. Algo mucho más indignante si son estos pobres los que, con su trabajo, logran que los ricos amasen su fortuna. Con tu gesto del otro día tu tomaste una posición en esa lucha, en ese conflicto. Cuando tuviste que decidir entre los pobres que deben recurrir a la caridad del banco de alimentos donde irían destinados los productos sustraídos del supermercado donde trabajas y el patrimonio de la familia Roig, propietaria de la cadena, con un beneficio en el año 2011 de a 474 millones de euros, tú, libremente, te pusiste al lado de los segundos. No te quiero culpar por ello, insisto en que pudo ser una reacción instintiva que te hizo olvidar que esos productos que pasan durante cuarenta horas por tus manos no son tuyos, son de una familia millonaria, tu solo trabajas cobrando a los clientes. Te equivocaste a la hora de defender los intereses de una clase social, defendiste los del rico a pesar de que tú eres una trabajadora y tus intereses son opuestos a los de él: para que él sea rico tu debes cobrar menos, si tu cobrases más el sería menos rico. Tus intereses, aunque algunos insistan en lo contrario, no son los mismos que los del dueño de Mercadona. No eres la única que confunde los intereses de su clase con los de los ricos, basta observar cuántos trabajadores han votado al Partido Popular para que apruebe una amnistía fiscal a los ricos que defraudan a Hacienda o destine dinero público a bancos dirigidos por directivos que ganan cientos de miles de euros y, al mismo tiempo les obligue a esos trabajadores a que paguen más IVA por el material escolar de sus hijos o los despida como empleados públicos si son interinos.

En cuanto a los que te han defendido y te han presentado como víctima de unos ladrones de supermercado que no respetan la ley, quiero que sepas que solo lo han hecho para utilizarte contra los de tu propia clase social, nunca esos políticos y periodistas de Intereconomía o de la COPE se hubieran preocupado por ti si te hubieras quedado sin trabajo, nunca se han interesado porque una cajera cobre un sueldo digno. Es más, a esos que les molestó tanto el empujón que sufriste, nunca dijeron nada cuando a los trabajadores que pedían que no les despidieran con la nueva reforma laboral, que sus hijos tuvieran calefacción en el colegio o que las medicinas siguieran siendo gratuitas para nuestros pensionistas los policías les abrían la cabeza con una porra.

Querida trabajadora, el otro día lloraste desconsolada después del empujón, sin duda te sentiste sola. Te sentiste sola porque estuviste defendiendo las propiedades de un millonario que gana 474 millones al año, y mientras tanto ese millonario bien podría estar disfrutando de sus vacaciones de agosto en un lujoso hotel o en un yate mientras tu defendías su dinero. En cambio, los sindicalistas que tomaban la comida de tu supermercado nunca están solos porque saben cuál es su clase social, saben de qué lado están, se ayudan, y por eso fueron a por comida a tu supermercado que, por cierto, no es tuyo. En tu mano está no volverte a sentir sola, no volver a llorar por nada parecido. Esas personas que te empujaron cuando te pusiste del lado del empresario son las mismas que volverán a por comida para ti si mañana eres tú la que no tienes para comer. Serán ellos los que te ayuden y no los periodistas de Intereconomía. Solo necesitas reconocer a los tuyos, son todas esas personas que luchan para que nadie pase hambre mientras otros se hacen millonarios. Si los vuelves a ver en el supermercado donde trabajas, recuerda que no son tus enemigos, que la comida del supermercado no es tuya, que quizás mañana tú no tengas trabajo y la necesites, que ellos las estarán cogiendo para ti y que el dueño de Mercadona gana 474 millones al año.


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2 comentarios:

  1. Osea, que desde tu punto de vista está justificaad una agresión. Sea en las circunstancias que sea, verdad? Una cosa es el hurto, otra la agresión amigo mío.

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    1. Por agresión supongo que te refieres al empujón que le dieron. Antes de nada he de conceder que tu posición ante el hecho de la agresión es magnífica e inapelable, yo mismo defiendo lo mismo cuando me levanto de buen humor, el día amanece soleado y no hay demasiadas malas noticias en el aire. El problema es que la realidad resulta siempre terriblemente tozuda y por más que la ignores va a llamar a tu puerta
      una y otra vez, incansable ella. Hay muchas formas de violencia, siempre las ha habido, y el nivel de violencia y coacción que el ciudadano medio está soportando me temo que va mucho más allá de ese empujón que sufrió la dependienta hace unos meses. Me arriesgaría a decir que los empujones metafóricos que esta persona está sufriendo diariamente sí que merecerían buenos titulares en la periódicos y telenoticias. Sin embargo, parece que el hecho de que el Gobierno le suba los impuestos o ponga en peligro su salud y esperanza de vida (por nombrar dos 'agresiones' aunque bien podrían ser otras veinte) está claro que no merece de tales titulares. Tampoco el hecho de que desde su empresa los mismos encargados, sus superiores, la presionen y denigren frecuentemente durante la jornada laboral, por no hablar de sus propios compañeros de trabajo, que entre ellos no tienen problema en matarse diariamente a zarpazo limpio. Es muy posible que todo esto también la violente y le haya echo llorar en más de una ocasión, en su casa, alejada de las cámaras; aunque lo mismo da, pues bien sabemos que ello tampoco va a aparecer en ningún titular.

      Yo no hubiera apartado a esta mujer de un empujón, pero todo resulta engañosamente fácil y sencillo cuando estás sentado en el sillón de tu casa leyendo las noticias y tratando de desentrañar la realidad de las cosas. En cualquier caso, para los de arriba y sus vasallos la crónica de este asunto resultó cristalina desde un primer momento, sobre todo para aquellos que legislan con bala y luego opinan y apelan a la razón desde lo alto de su monte Olimpo/escaño/trono. Son precisamente estos los que causan dolor, sufrimiento y sí, muertes, con sus decisiones y acciones fruto de un uso tremendamente irresponsable, egoista y violento del poder.

      Y ojo, el autor en ningún momento dice que la violencia esté justificada "sean las circunstancias que sean". Ni mucho menos, eso está meridianamente claro.

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