viernes, 4 de noviembre de 2011

Crisis y redistribución




Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrecía, a partir del análisis de los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, el porcentaje de la población española que vive por debajo del umbral de la pobreza: 21,8%. Es el porcentaje de pobres más alto desde que el INE empezó a realizar esta encuesta, hace ya siete años. Para computar esa cifra, igual que en el resto de países desarrollados, el INE utiliza una definición de pobreza relativa: es pobre quien tiene una renta menor al 60% de la renta del hogar español mediano (el hogar para el cual la mitad de los hogares son más ricos que él, y la mitad más pobres). Según esta definición, en 2011 ser pobre es, para una familia compuesta por dos adultos, disponer de ingresos anuales inferiores a 11.300 euros. Es decir, una pareja en la que uno de sus miembros es un mileurista y el otro no dispone de ningún ingreso es ya lo suficientemente rica como para no formar parte en ese 21,8% de la población clasificada como “pobre” por el INE.


Si nos fijamos en la evolución de esta tasa de pobreza, lo alarmante no es sólo que en apenas dos años la crisis haya aumentado la tasa de pobres en la población española en más de dos puntos porcentuales. Sino que, además, el ingreso mediano de las familias a partir del cual se calcula la tasa de pobreza ha caído sustancialmente en este periodo, lo que significa que ese 21,8% de personas que hoy clasificamos como pobres son, en términos absolutos, más pobres que el 19,5% que clasificábamos como pobres hace dos años.


En el contexto de la actual crisis, de estancamiento económico, de encarecimiento de la financiación del Estado y de imperiosos ajustes de los presupuestos públicos, ¿tenemos que resignarnos a convivir con estas altísimas tasas de pobreza, casi desconocidas en el contexto de la UE, y presenciar cómo aumentan año tras año?


Rotundamente, no.


Primero, porque no es cierto que la necesidad de cuadrar las cuentas públicas implique que haya que recortar los servicios públicos y los programas de transferencias que benefician a los sectores económicamente más vulnerables de la población. Cualquiera sabe que un déficit fiscal se puede reducir bien recortando gastos o aumentando ingresos. De hecho, en una situación de depresión de la demanda agregada como la actual, es económicamente sensato transferir recursos de las familias con más recursos (que tienen una propensión mayor a ahorrar) a las familias con menos (que, dados sus pocos ingresos, tienen una propensión mayor a consumir).


Segundo, porque incluso sin afectar al tamaño total del Estado, se puede hacer mucho para que el Estado recaude de manera más progresiva y oriente su gasto de manera más efectiva hacia la protección de los más vulnerables. No hay país en Europa cuyo sistema de impuestos y transferencias sea menos exitoso a la hora de sacar a la gente de la pobreza que el nuestro. Mientras que en los países de nuestro entorno la intervención del Estado logra reducir el número de pobres casi a la mitad (después de impuestos y transferencias sociales, la tasa de pobreza cae en un 43% en el conjunto de la OCDE), en España la intervención del Estado sólo logra sacar de la pobreza a un pobre de cada seis. Un análisis de las causas de este resultado revela que tenemos un sistema fiscal que, a pesar de estar en teoría guiado por el principio de progresividad, en la práctica no logra reducir en absoluto las desigualdades de renta preexistentes. Y que nuestro gasto público, aunque tiende a favorecer a los más pobres frente a los más ricos, lo hace en mucha menor medida que en el resto de países europeos. Las administraciones públicas españolas se gastan mucho en satisfacer las demandas de sectores relativamente acomodados (en la Comunidad de Madrid, el Gobierno regional llega al extremo de cofinanciar los uniformes de los niños que van a colegios privados), pero muy poco en ayudar a los sectores de población más necesitados. En resumen, no es (sólo) que tengamos un Estado “pequeño”; es que nuestras administraciones redistribuyen mucho menos de lo que lo hacen las de nuestros vecinos europeos.


Y tercero, porque si permitimos que la desigualdad y la pobreza sigan creciendo, la salida de la crisis será económicamente más frágil. La evidencia empírica sobre las consecuencias negativas de la desigualdad a largo plazo es abrumadora: las sociedades más desiguales tienen menor movilidad social, más conflictos, menos provisión de bienes públicos, más corrupción, e incluso poblaciones más enfermas y menos longevas. Pero además, como ha señalado un reciente trabajo del Fondo Monetario Internacional, niveles más altos de desigualdad están asociados a episodios más inestables de crecimiento económico, y a una mayor probabilidad de sufrir crisis económicas futuras.


No es por tanto de recibo excusarse en las restricciones asociadas a la situación económica actual para permanecer con los brazos cruzados. Las ambiciosas políticas redistributivas necesarias para reducir las crecientes desigualdades y combatir la pobreza no sólo contribuirán a una sociedad más justa, sino también a una economía más sana.






José Fernández-Albertos
Investigador en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC


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2 comentarios:

  1. El dato de pobreza arrojado por el INE es escalofriante! Un 21,8% de la población vive por debajo del umbral de pobreza...
    Lo verdaderamente sorprendente es: si una de cada cinco personas en España (cerca de 10 millones de habitantes) vive en circunstancias de pobreza ¿porqué sigue sin producirse un cambio?¿Porqué no exigen un nuevo modelo de distribución de los ingresos del Estado?
    Con una economía que sigue sin levantar cabeza y unos políticos que solo se ocupan de sus intereses individuales, la única opción es que cada colectivo se preocupe por si mismo y vele por sus propios intereses. Hay muchas acciones que se pueden tomar, desde pedir ayuda hasta llamar la atención por medio de la violencia. ¿Tu que vas a hacer?
    Escribir un post en tu blog es de gran ayuda para el colectivo desfavorecido del que hablas, los lectores podemos tomar conciencia del suceso y TAL VEZ donar nuestro tiempo a alguna organización sin ánimo de lucro que se ocupe de "los pobres". Recomiendanos alguna opción.¿Que te parece Caritas o la Cruz Roja?

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  2. Realmente no lo sé Alamillo, yo cada vez estoy más perplejo ante la realidad actual y la forma de actuar de la gente. En primer lugar creo que todos sabemos a día de hoy que por más que se explote al empleado y por más que se incremente el paro y aumente la pobreza ello no va a dar lugar a ninguna clase de movimiento/protesta masiva con el objetivo de cambiar las cosas de raiz. La Historia nos enseña que la explotación y, en general, el aumento de las diferencias de renta entre las clases no implica revueltas o levantamientos. Para ello se deben de dar unas condiciones previas a nivel ideológico en lo social y personal de los que una sociedad como la nuestra, trastornada y enferma hasta límites insospechados, carece por completo. El problema radica en que los políticos que se sientan en el Parlamento no dejan de ser un reflejo fiel y veraz de lo que hay en la calle: aquí cada uno se limita a ocuparse de sus intereses individuales, como bien has dicho al referirte a los profesionales de la política. Lo "colectivo", lo "social" o lo "público" están bajo constante asedio y cada vez más desprestigiados, muy a pesar de que ello significa que la gente se encuentra cavando su propia tumba, atacando sus propios intereses...pero da igual, no se enteran de nada.
    Las organizaciones sin ánimo de lucro. En mi opinión creo que es una gran opción el apoyar de alguna forma a estas organizaciones, la labor de sus voluntarios es más que meritoria. Quizás pueda parecer quisquilloso pero el problema que le veo a todo eso es que llevan a cabo labores y servicios que deberían de estar completamente cubiertos, al 100%, por el Estado...no es posible que se mantengan servicios de tipo asistencial que a la larga no palian los problemas de pobreza, exclusión, etc. al tiempo que el Estado se lava las manos y se dedica a menesteres tales como organizar la boda del principito o a conceder exenciones fiscales a empresas levantadas por becarios y con estupendos beneficios anuales, por pones dos ejemplos que se me vienen ahora a la cabeza.
    Pero vuelvo al principio, yo es que realmente no sé, cada día vuelvo a casa más asombrado y más confundido.

    Un saludo y gracias por contribuir!

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